"BAUTIZADA POR EL RÍO ALMENDARES"


Existen tres lugares en la ciudad de La Habana, donde nací, que por su naturaleza, magia y entretenimiento, cautiva a quienes lo visitan. Por diversas razones y en momentos diferentes, forman parte protagonista de mi vida. Como si de una trilogía se tratara por ser obra de Dios y del hombre, fueron creados para estar relacionados entre ellos, El Río Almendares, el Parque Almendares y el Bosque de La Habana.

Cada día, después de almuerzo, íbamos al parque o al bosque. Mi colegio estaba a sólo una calle de su entrada principal. Algunas veces, sólo merendábamos en el parque, pero generalmente hacíamos el camino del bosque por la misma orilla del río y muy rara vez, por la única estrecha calle que aún existe.

Caminábamos, conversábamos y contemplábamos con admiración la abundante y diversa vegetación, desde el tapiz de musgos sobre troncos y raíces, diferenciados entre ellos por los tonos de verde, hasta la variada forma y tejidos de los gigantes helechos silvestres. De los majestuosos y frondosos árboles, que en lo alto se unen y confunden unos con otros, cuelgan ramas como estalactitas para entrelazarse con las plantas más pequeñas. Siempre descubríamos algo diferente, como si el paseo fuera el primero. Nos acompañaba el armonioso pero ligero sonido del río, que en ocasiones se agudiza por sutiles y pequeñas cascadas en la zona del bosque. Lanzábamos piedrecillas para que como efecto a riachuelo, mezclado con el canto lírico de las aves, se escuchara una sinfonía de sonidos y colores, que sólo era interrumpida por la algarabía y bullicio de niños y niñas de 11 y 12 años respectivamente. No obstante, a esa quietud y paz que predomina en el bosque nos fuimos acostumbrando hasta llegar a echarle en falta, cuando la lluvia o alguna otra actividad escolar imponía la suspensión de estos paseos.

Fue por aquellos días que mi padre comenzó a contarme una historia que yo desconocía. Una historia muy triste de un niño muy pobre, su historia. Cuando con sólo 5 y 6 años vivió junto a sus padres en una cueva del bosque de La Habana, a orillas del río Almendares. Hasta aquí puedo relatar esta parte porque le pertenece a una novela que estoy escribiendo. Sólo quería hacer referencia a ello, porque influyó, en cierto modo, en mi peculiar bautizo.

Según la percepción de mis padres y padrinos "la casa de Dios" está en todas partes. Me lo transmitieron con respeto y amor. Amor por la vida, por los humanos, por todos los seres vivos. Considerando a la tierra, con sus mares y ríos, lugar sagrado de todos y para todos. Y a Jesús de Nazaret, como el hombre de bien que fue, la admiración.

Qué más pura y bendita agua puede haber, que el agua de los ríos y el agua de los mares. Era la convicción absoluta, fundamentalmente de mi padre, quien propuso el sentido y la esencia de mi bautizo. El sentido, por lo que para él representaba el río Almendares. La esencia, que como río, podía ser también un lugar bautismal para su niña, tal como es el río Jordán donde Juan bautizó a Jesucristo. Fue entonces, a orillas del río Almendares, entre el parque y el bosque, que sustituída el agua bendita de la iglesia, por la sagrada y bendita también agua del río, quedé bautizada, bendecida y protegida, por una de las grandes maravillas creadas por Dios, la naturaleza.

Otra peculiaridad romántica y filosófica a la vez, de padres y padrinos, fue leer las bases de la "Teoría del conocimiento materialista dialéctico", fundamentadas por Vladimir I. Lenin.

Y así de esta manera, bautizada por el río Almendares, llevo yo la divina providencia.
"En el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo".
Amén.

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