LA FOSFORERA POR LA VENTANILLA

Todos tenemos en la familia una tía muy querida. La mía, por parte de padre, era Fefa.
Fefa fue madre de 10 hijos, abuela de múltiples nietos y tia de muchos sobrinos, uno de ellos mi padre. El día de su entierro hubo que disponer de dos guaguas para trasladar a los familiares y amigos -en Cuba y en Canarias se llaman guaguas a los autobuses-.
En mi guagua, mi padre se sentó de copitolo del chofer. Yo iba en la ventanilla de primer asiento doble detrás del conductor y a la derecha, separados por el pasillo, iba sentado junto a su mujer, el hijo más pequeño de tía Fefa, quien estaba muy afectado. Íbamos en un silencio sepulcral.
A penas tenía 16 años y hacía muy poco que mi padre había descubierto que yo fumaba  y aprovechándome de las circunstancias le pedí entonces un cigarro, el que me dió con su habitual refunfuño porque no quería que yo fumara. Luego le pedí para encenderlo. Pero mientras registraba los bolsillos de su guayabera para darme su clásico mechero de gasolina, el señor que iba sentado a mi lado se le adelantó con su mechero de gas que era toda una novedad por aquellos años ya que acaban de salir al mercado en el extranjero, en Cuba aún no se vendían, pero él lo tenía porque su hijo, marinero mercante, se lo había traído.
En aquellos tiempos se podía fumar en cualquier lugar -por suerte hoy día no es así-. Acostumbrada a utilizar los fósforos o cerillas, encendí mi cigarrillo y tranquilamente tiré la fosforera por la ventanilla, mientras íbamos a toda velocidad por una de la avenidas más concurridas de la ciudad de la Habana.
Habiendo dado unas tres o cuatro caladas al cigarro y echando humo placenteramente, me llama la atención a través del rabo del ojo, una inclinación hacia delante del vecino de mi asiento. Me miraba con ojos de asombro, sólo él sabía lo que acaba de hacer. Lo miré, y empecé a gritar desesperada y repetidamente "¡Aaaayyyy!!!" "Aaaayyyyy!!!", dando golpes al espaldar del chofer, mirando hacia fuera, mirando al señor, mirando a mi padre y a todos a la vez, pero sin poder articular ninguna otra palabra que mis gritos de ¡ay!. Pensaban que me había dado un ataque de ansiedad por la partida de la tía Fefa, claro que sentía dolor, pero no era el caso. Al cabo de varios suspiros, pude a gritar: "¡la fosforeraaaaaa!!!", "¡la tiré por la ventanillaaaaa!!!"
Mi padre, temperalmental como pocos, se levantó y haciendo equilibrio con las piernas  abiertas entre el conductor y su asiento, me soltó: "¡estás comiendo mierdaaaaa!!!" -frase muy peculiar en Cuba para estos y otros casos de imbéciles como lo era yo en ese momento- , mientras buscaba nuevamente en sus bolsillos para darle al señor su antiguo mechero de gasolina como reposición del que yo había tirado por la ventanilla como si fuera un fósforo. Como era de esperar el señor no lo aceptó y alegó que no tenía importancia, que tenía más en su casa porque su hijo le había traído varios.
Automáticamente todos se empezaron a reirse a carcajadas, incluído el hijo menor de tía Fefa que como les dije, estaba muy triste por la pérdida de su madre, a quien se le mezlaron las lágrimas de dolor con lágrimas de risa.
Y qué decir del chofer, quien mermó la velocidad porque no podía conducir con tantas carcajadas, provocando que nos adelantara la otra guagua que iba detrás de nosotros con hijos y familiares también, que cuando vieron la escena sin poder dar crédito de qué estaba pasando, empezaron a levantarse de sus asientos con asombro, pero sin respuestas alguna hasta llegar al punto acordado. Una vez reunidos todos, fueron contagiados con risas y carcajadas cuando se enteraron de lo que había pasado.
Desde entonces, quedó registrada esta y para siempre en nuestra familia, la anécdota de la fosforera en el entierro de la tía Fefa.



Comentarios

Entradas populares